lunes, 12 de diciembre de 2016

¿REFUGIO O CONVENIENCIA?



¿Por qué me interesan las biografías de arquitectos, de diseñadores, de coreógrafos, de fotógrafos, de escultores, de escritores, de pintores, de poetas, de científicos, de astrónomos,...?

Algunos diréis, no importa quiénes eran, es su obra lo que interesa, el legado que dejaron, lo contrario es ser un voyeaur. Otros, como yo, pensamos lo contrario.

Conocer únicamente a alguien y estudiar su trayectoria profesional con el fin de que ésta te inspire o te instruya, a mí personalmente se me queda cojo, no obstante es útil.
Sin embargo, conocer a esa persona en otras facetas, me permite saber si tiene coherencia, si es incongruente, conocer sus contradicciones, sus tropiezos, sus obstáculos, sus miedos, sus procesos,... en definitiva, una parte de sí que no se puede separar, aunque queramos, de la faceta profesional.

Imagino que se debe a que procediendo así, es fácil entender por qué tal persona hace lo que hace, debido a qué, de dónde surgió su interés por la materia, que le llevó a ese lugar,...

Es conocer, comprender, entender profundamente, o al menos acercarse, y quedarse lo menos posible en la superfície. Pero justo eso es lo que aplicamos con los personajes que dejaron huella, porque también nosotros lo hacemos, sospecho, con la gente que forma parte de nuestra cotidianeidad. 
No los exploramos, no los absorbemos, no los miramos. Nos quedamos con algunas capas, las que seleccionamos, y las demás las pintamos invisibles. Por qué, para qué, si no tengo tiempo, y es más barato y fácil etiquetar y quedarnos con un cúmulo de capas de dicha persona las cuales soterramos dejando de descubrir al ser humano que hay tras ellas.

Porque la etiqueta cierra y te deja ciego. Menos mal que es una elección.

Yo he sido la primera que he padecido de ceguera, ¡y quién no!, aunque lo que en realidad me gusta, me fascina, es tener los ojos bien abiertos.
Con ese talante, se puede comprender hasta el personaje más maníaco, perverso, indescifrable, impredecible, contradictorio y ambiguo del mundo. Por mencionar tan sólo algunos calificativos difíciles.

Para ello, hay que pararse de vez en cuando, o más bien, pararse repetidas veces, pausar los tiempos y vivir lentamente. Incluso permitirse uno aburrirse. Porque, contrario a lo que pueda parecer, el aburrimiento es creativo. 

No es casualidad el asomo en estos tiempos de movimientos como el "mindfulness" o "la vida slow", que no es otra cosa que movernos con más consciencia por la vida y estar presentes en lo que nos sucede. Nada más.

Sin ser esclavos del reloj, de coleccionar experiencias, de viajar a tope y del "Carpe Diem". Existen psicólogos que acuñan el tópico literario como una expresión de escapismo. Maravilloso escapismo, eso sí. Y con frecuencia, también agotador.

Cuando viví en Irlanda y en Francia me percaté de ello. En ambos países viví en un entorno rural, sin la presencia de la urbe, que por otra parte tanto me gusta, porque me ofrece infinidad de posibilidades que no encuentro en otros entornos. Ahora bien, el campo tiene algo de lo que carece la ciudad. Y es el silencio.

Así que, voy equilibrándome con dosis de entornos y voy jugando con las opciones que la vida me va ofreciendo. Me parece una buena forma de vivir, apropiada para mi momento vital. Porque lo que es válido para mi, quizás no lo sea para ti y cuando comienzas a entender este principio, el aconsejar y el desaconsejar pierden fuerza y ya no te interesan.

Como le oí decir a un director de cine:
"Escuchar todos los consejos. No elegir ninguno. Aplicar tu intuición".

Estaría gracioso que nos recetaran un cambio de entorno cuando no nos sentimos bien, como si fuera una medicina. 
"Ve a tu arquitecto de cabecera y dile que te recete un cambio de ambiente".

Que nadie se engañe pensando que sólo algunos se lo pueden permitir. Rotundamente no. Cuando digo cambio de ambiente, quiero decir cambio de marco. Y cada quien puede imaginar el marco ideal al que le gustaría de vez en cuando ir. Pero tiene que descubrirlo por él mismo, tanteando, no por conveniencia de quien se lo receta. 

Las recetas son siempre siempre personalizadas.

¿Tendrá ésto algo que ver con que muchos arquitectos se sientan también atraídos por la medicina? Porque conozco a unos cuantos. 
¿Puede haber una relación entre los espacios que habitamos y el bienestar? La hay.
A los curiosos, les recomiendo visitar la obra del arquitecto mexicano Luis Barragán.

Mi receta personal cuando no entiendo el mundo o no me entiendo a mi misma es leer biografías. Me sana y me abre la mirada. Y qué decir,... me fascina.

Es entonces cuando siento que no pasa nada, que todo pasa y que siempre hay un espacio de calma dónde todo se relativiza, se para y finalmente se comprende.

Y ese espacio al que siempre te gusta ir, es el que en realidad es TU HOGAR.