viernes, 30 de enero de 2015

¿AUTORIDAD O PODER?

     

                                                                                                                            Ilustración de Yetta.

          La autoridad y el poder ¿son lo mismo?
          Yo claramente veo diferencias y grandes además.

          Lo que pasa que para eso tienes que observar continuamente el comportamiento de los demás
          y yo tengo alma de psicoanalista.

          Alguien que está en una escala social, profesional o económica por encima de la tuya no
          siempre tiene más autoridad que tú, a lo sumo tiene poder pero no necesariamente influencia
          sobre ti.

          Quien se gana tu respeto sí que tiene autoridad, tenga algún tipo de cargo o no, sea tu jefe, 
          tu profesor o tan sólo un amigo.
          De alguna manera te inspira, influye en ti como persona y siempre para mejor. Y nunca
          utilizando el miedo.

          Hace unos años creía que respetaba las jerarquías, a todo aquel que estaba por encima de 
          mí en conocimientos, cargo, edad, experiencia, prestigio o reputación, y le daba
          inmediatamente la licencia para enseñarme o cuestionarme.
          Me dijeran lo que me dijeran, yo normalmente obedecía sin apenas oponerme. Y cuando eso
          sucedía, notaba que a veces, me invadía una sensación de cabreo interno que intentaba evadir
          y hasta muy poco después no supe realmente cómo interpretarla.

          Esa voz me decía: "quien se cree que es éste para decirte qué hacer y cómo actuar",
          "demasiada confianza se toma para darme consejos no solicitados", "no estoy para nada de
          acuerdo con semejante idea que generaliza y se olvida de los matices", "es muy popular en su
          ámbito pero la gente de la que se rodea no se da cuenta de que habla desde el prejuicio", "por 
          qué no deja de presumir?", "será muy erudito pero le falta inteligencia emocional", "ser el 
          mejor no viene de la mano de la soberbia y para nada justifica subestimar a los demás por sus                              errores",... y así podría seguir hasta el infinito.

          Y es que tengo una juez interna a la que le fastidia mucho la falta de humanidad. Y reclama
          justicia. Vamos, que llevo una espada de serie ja ja ja.
          Y ya la conozco muy bien, ella es muy severa. Tanto, que a veces se olvida de que cada 
          persona habla desde su propia evolución y desde sus propios valores.

          Por lo visto entonces, relacionaba el poder con la autoridad.

          Era pues normal que en esas circunstancias me sintiera fatal, mi propia actitud chupaba 
          toda mi energía y me saboteaba. A pesar de ello yo seguía sin hacer caso a mi voz interior, 
          sin escucharla, hasta que ella tomó la decisión de someterme a una depresión.
          No quieres liberar la rabia ni aceptar tu naturaleza iracunda, pues vas a ver,...

          No os voy a dar detalles de lo que significó esa etapa para mí, pues no fue tan sólo un 
          estado de ánimo prolongado, sino que fue un regalo para darme cuenta de quién era yo 
          verdaderamente.

          Evidentemente, el pasar por esta enfermedad no te inmuniza contra personas que con intención
          o no, pueden fastidiarte el día, sino que ahora, sé cómo ponerles límites, hacer humor de su
          torpeza, pasar página o simplemente aplicar la indiferencia.
          Toda enfermedad o malestar trae siempre una lección. Me ha costado aprenderla pero
          ahora puedo decir que tuvo un propósito. Tomé responsabilidad.

          Ahora sé que no respeto las jerarquías, porque no siempre vienen en el mismo paquete que la
          ética personal o profesional.

          Lo que valoro por encima de todo es el respeto a los demás, no desde el miedo porque sino
          sería sumisión, sino desde la autenticidad.

          Así que, no golpearé como muchas veces me han golpeado a mí, pero desde luego, tampoco
          me tragaré esa impotencia que me produce la injusticia en algunas relaciones humanas.
          La asertividad consiste en eso, en no hacer daño ni a ti ni a los demás, tan sólo defenderte
          y protegerte cuando la situación así lo requiera.

          La agresividad y la sumisión son dos caras de la misma moneda y ni una ni otra son saludables
          y ambas producen efectos colaterales.

          Ahora bien, para llegar al punto de saber qué es lo que le pasa a uno cuando algo le molesta
          mucho, hace falta una profunda reflexión de uno mismo.
          Ahí está el quid de la cuestión.

          Me acuerdo de dos profesores que tuve durante mi época de estudiante de arquitectura.

          Uno, con poderosa presencia, mirada desafiante, sentido del humor caústico y soberbia
          evidente. Con un currículum brillante y exigente hasta decir basta.
          Mucha gente quería ir con este profesor por aquello de "yo me ganaré su respeto y le 
          demostraré que puedo estar a su nivel; si él me valida significará que soy bueno y entonces me
          sentiré mejor conmigo mismo". 
          La gran verdad es que la mayoría le tenía miedo. No miedo al esfuerzo que te exigía, sino a él.

          Tenía el don de sacar de tu trabajo lo mejor, eso sí, a costa de apretarte las tuercas y 
          ridiculizarte en más de una ocasión sin ningún miramiento.

          Había otro profesor cuyo aspecto distaba mucho del primero; presencia discreta, porte tranquilo,
          voz pausada, carácter respetuoso, muy atento a los detalles, y muy comprensivo como
          persona. 

          Yo no conocí ninguna obra suya porque él mismo no se encargó de publicitarlas, a diferencia de
          otros muchos; sin embargo era un hombre con muchísima experiencia.

          ¿A quién elegirías tú como profesor? 
          Son dos ejemplos muy drásticos, lo sé, pero me gusta poneros contra las cuerdas.

          En cuestión de amistades, veo de nuevo clara la diferencia entre estos dos conceptos:
          el que te demuestra que puedes confiar en él y el que simplemente es confiable.
          Uno hace ruido, el otro no.

          Me pregunto de qué manera se puede extrapolar ésto a la arquitectura.

          Quizá tengo algo que ver con lo que un día dijo Federico Fellini:  
          "No voy a demostrar nada, voy a mostrarlo".                         
          
            (Enlazo un escrito interesantísimo al hilo de la temática expuesta: se trata de una revista digital científica
            sobre investigación en arquitectura y humanidades llamada HipoTesis. 
            El artículo se llama "Pedagogía desobediente".)

            http://hipo-tesis.eu/numero_hipo_2.html

            

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